martes, 23 de abril de 2013

Los hombres también tenemos género


Octavio Salazar - El País - 18 de abril de 2013

Todavía hoy a muchos, y también a muchas, les sigue sorprendiendo que me defina como hombre feminista, algo que además en estos tiempos de retrocesos democráticos proclamo con contundencia siempre que puedo. No obstante, a estas alturas debería ser incuestionable que la  igualdad de derechos de mujeres y hombres es un presupuesto ineludible de la democracia. En consecuencia, cualquier demócrata, hombre o mujer, debiera ser feminista, en cuanto que individuo comprometido con el objetivo de que el sexo no sea un obstáculo para el acceso a los bienes y el disfrute de los derechos.  Desde el convencimiento de que el feminismo no es lo contrario al machismo y de que la lucha de aquel no es contra los hombres sino contra el orden social y cultural que representa el patriarcado. 
A diferencia de las mujeres, que llevan siglos cuestionando su lugar en la sociedad y el pacto social que las ha mantenido históricamente discriminadas, los hombres no hemos tenido la necesidad de mirarnos en el espejo y mucho menos de analizar críticamente una estructuras que nos beneficiaban. Como bien sentenció John Stuart Mill, hemos sido educados en la “pedagogía del privilegio” y, por tanto, nos hemos limitado a ejercer el poder en unas estructuras binarias basadas en la supremacía de lo masculino sobre lo femenino. Todo ello además con el respaldo garantista de los ordenamientos jurídicos y desde la identificación de lo universal con lo masculino.
Con ese desigual reparto de posiciones se configuraron los Estados contemporáneos, la teoría de los derechos humanos y hasta las mismas democracias que durante décadas excluyeron a las mujeres de  la plena ciudadanía. Como bien ha analizado el feminismo, el pacto social estuvo precedido de un “contrato sexual” mediante el que se consagró el privado como espacio de sometimiento de las mujeres mientras que en el público nosotros ejercíamos  plenamente los derechos como ciudadanos.
En paralelo se consolidaron dos mundos, el masculino y el femenino, articulados de manera jerárquica y a los que correspondieron valores, hábitos y actitudes concebidos desde la oposición. En este contexto los hombres hemos sido siempre socializados para desempeñar la función de proveedores y para monopolizar la esfera pública.
Se nos ha educado para el ejercicio del poder, el éxito profesional y la individualidad competitiva, lo cual ha implicado a su vez el desarrollo de unas capacidades y la renuncia a otras. Es decir, se nos ha socializado en el marco de unos valores y habilidades que contribuían a alcanzar y mantener nuestro papel de héroes, al tiempo que negábamos las capacidades consideradas femeninas. La masculinidad patriarcal, por tanto, se ha construido sobre una afirmación –la que la vincula con el ejercicio del poder y, en consecuencia también, con el uso en su caso de la violencia– y sobre una negación –ser hombre es ante todo “no ser una mujer”. 
No en vano el diccionario de la RAE mantiene como una de las acepciones de feminidad “el estado anormal del varón en el que concurren uno o varios caracteres femeninos”. De ahí que la homofobia, entendida en un sentido amplio como rechazo de lo femenino y en sentido estricto como negación de las opciones no heterosexuales, forme parte de la definición de una virilidad que ha acabado actuando sobre nosotros como un “imperativo categórico”.
En definitiva, y gracias al patriarcado, los hombres también tenemos género, es decir, también “nos hacemos” de acuerdo con unas reglas sociales y culturales que determinan nuestro lugar en la sociedad así como nuestra propia identidad. Somos educados para desempeñar el papel que se espera de nosotros y que está ligado a las posiciones de privilegio que durante siglos nos han convertido en sujetos activos frente a unas mujeres sometidas en lo privado y condicionadas por su papel de cuidadoras. Y no sólo nos hemos visto obligados a asumir como máscaras inalienables la agresividad, la competitividad, la obsesión por el desempeño o la fortaleza física, sino que al mismo tiempo hemos renunciado a las virtudes y capacidades vinculadas a lo emocional, a los trabajos de cuidado, al mundo femenino que ha carecido de valoración socio-económica y cultural.
Esa omnipotencia también ha generado sus patologías, las cuales nos han mantenido en muchos casos aferrados a un yugo. Prisioneros en la cárcel de la masculinidad hegemónica que nos ha exigido demostrar de forma permanente nuestra hombría y ocultar bajo mil escudos nuestra humana vulnerabilidad.
Es urgente, pues, que los hombres empecemos a mirarnos por dentro y a analizar críticamente nuestro lugar en un pacto social que nos hizo vencedores, aunque paradójicamente también nos condenara a renunciar a todo lo que no cabía en el prototipo del que Joaquín Herrera denominó "depredador patriarcal". Es necesario que nos reubiquemos en lo privado, que reivindiquemos y ejerzamos nuestro derecho-deber de corresponsabilidad en el ámbito familiar, que asumamos los valores y las habilidades que durante siglos negamos por entenderlas como negadoras de nuestra masculinidad y, por supuesto, que encabecemos junto a nuestras compañeras las luchas aún pendientes por la igualdad. Un compromiso que se hace especialmente necesario ante la crisis del Estado Social y la reacción patriarcal que empieza a vislumbrarse, dos factores que no sólo ralentizan la agenda feminista sino que incluso ponen en peligro los derechos que creíamos definitivos.
La conquista de la democracia paritaria pasa necesariamente por la revisión de la masculinidad patriarcal y por un proceso de transformación socio-cultural en el que los hombres hemos de asumir un papel protagonista. Sin él, los logros serán puntuales y frágiles, de manera que se continuará prorrogando un orden que sigue empeñado en ofrecer más obstáculos a las mujeres en el ejercicio de sus derechos y que en los últimos tiempos está desarrollando mecanismos cada vez más sutiles de dominación.
Esa revisión debe incidir a su vez en la armonización entre lo público y lo privado, así como en la redefinición de una racionalidad pública hecha a imagen y semejanza de los hombres. En estos momentos de crisis política y económica es más oportuno que nunca plantear otras maneras de ejercer el poder, de organizar la convivencia y de gestionar los conflictos.
Es necesario encontrar, como ya plateara Virginia Woolf en sus Tres guineas, “nuevos métodos y nuevas palabras”. Un reto que exige la superación de la subjetividad patriarcal, la apuesta por masculinidades heterogéneas y disidentes y la configuración de una ciudadanía capaz de superar los binarios –público/privado, razón/emoción, producción/reproducción, cultura/naturaleza, heterosexualidad/diversidad afectivo-sexual– que durante siglos han servido para mantener subordinadas a las mujeres y en posición de privilegio a los hombres.
Aunque también, y eso es algo que yo he ido descubriendo al quedarme desnudo frente al espejo, esa hombría impuesta nos haya condenado, a la mayoría sin ser conscientes de ello, a perdernos todo aquello que el orden cultural dominante entendía que entraba en contradicción con la demostración pública de nuestra virilidad. De ahí el doble compromiso que como hombre demócrata asumo como irrenunciable, el que comienza por quitarme la máscara del género que me atosiga y que continúa con la militancia feminista que parte del convencimiento de que la democracia o es paritaria o no es.
 

Octavio Salazar Benítez es profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba y autor de Masculinidades y ciudadanía. Los hombres también tenemos género (Dykinson, Madrid, 2013).
http://blogs.elpais.com/mujeres/2013/04/los-hombres-tambi%C3%A9n-tenemos-g%C3%A9nero-1.html

lunes, 15 de abril de 2013

La alegría

"Para el gobierno del PP, la exclusión social no es un riesgo, sino un insignificante daño colateral del que nadie debe hacerse responsable"
ALMUDENA GRANDES 15 ABR 2013 - 00:00 CET

Lo peor ni siquiera es el cinismo. Invocar la inviolabilidad del hogar o la edad del hijo de la vicepresidenta del Gobierno para condenar los escraches, implica consecuencias más graves. Estas declaraciones explicitan que la sensibilidad de quienes se sienten agredidos se limita a los miembros de su propio grupo. Así, el hogar de los desahuciables se puede, y se debe, violar con una ley injusta en la mano, y sus hijos, igual que los de los proletarios del siglo XIX, no cuentan como bebés. Para el Gobierno del PP, la exclusión social no es un riesgo, sino un insignificante daño colateral del que nadie debe hacerse responsable.

Permítanme, por tanto, que levante la voz para aclamar el decreto de una consejera de IU, que aplauda con fervor la iniciativa de la Junta de Andalucía, la única medida que se ha tomado en España desde hace mucho tiempo para proteger un derecho constitucional esencial de los ciudadanos. A pesar de las constantes intoxicaciones, de las retorcidas interpretaciones que ha inspirado, esta disposición —equiparable por otra parte a las normas que penalizan a los propietarios de viviendas desocupadas en muchos países de la UE— tiene un valor que excede con mucho su propia aplicación.

No se podía hacer nada, decían, pero resulta que sí se puede. Ha muerto la política, decían, y miren por dónde, acaba de resucitar. Todos son iguales, decían, y sin embargo han dejado de serlo. Báñez le mete un hachazo a las pensiones por decreto mientras sus portavoces critican que Cortés escoja la vía del decreto para atacar a bancos y especuladores. Lo peor no es el cinismo. Lo mejor es que una Administración haya sabido reaccionar para sacarle los colores de la vergüenza a todas las demás. Y el fin de la cantinela del voto útil. Y la alegría de encontrar en la unidad de la izquierda una puerta abierta hacia el futuro.


http://elpais.com/elpais/2013/04/12/opinion/1365761798_472767.html

viernes, 12 de abril de 2013

Escrache y represión

MARUJA TORRES  7 ABR 2013 - El pais

Primero se quedaron con la democracia, luego fueron a por el país, y más tarde, aprovechando que sus propias leyes y cortapisas les favorecían, se agarraron a la impunidad. No contentos con ello, cuando gente indignada –nunca la suficiente, pero sí la bastante para empezar a levantar cabeza– les afeó en la cara su comportamiento, haciéndoles escrache, a esa gente la llamaron fascista, ellos, que vienen de una buena cepa, y la llamaron pro-ETA, ellos, que creen que la libertad es un reloj de cuco que solo asoma cuando le dan cuerda desde la superioridad. Les acusaron de “violencia agresiva”, y acusaron a los partidos habituales de instigarla. Por consiguiente, les mandaron a la policía, que además de ser suya es budista y practica la no violencia. Detalle, este último, que indignados de toda edad y condición ya conocían, en sus propias carnes, de encuentros anteriores con los antidisturbios.

Cuando un cuerpo social se descompone, quiero decir cuando pierde la compostura, se le van cayendo las máscaras, y eso ocurre con el partido en el Gobierno y sus títeres. Pero hay un disfraz que nunca les falta, que no desaparece: el de la calumnia, el de las palabras. Por el contrario, les crece como un inmenso sapo que nos devora, como una lava que mancha y pudre, el mal uso de las palabras.

Dentro del proceso de hipnosis colectiva que este país ha ido interiorizando mientras creía que las cosas iban bien, la perversión del lenguaje y, sobre todo, el uso de eslóganes y términos antes utilizados por la izquierda ha culminado con la aparición del término fascista, malévolamente usado por las Bernardas Pardas del régimen y sus floripondios expresivos. Es la culminación lógica: empezaron hace unos quince años, cuando, en los homenajes a sus víctimas, precisamente de ETA, se entregaron a tararear el No nos moverán con un mechero encendido en la mano. No les costó mucho adaptarse. Al fin y al cabo, venían del No pasarán de Celia Gámez, que también es muy pegadizo, pero en chotis.

Reinventando el fascismo –deliberadamente confundiéndolo con la ira que la violencia del sistema despierta en sus víctimas–, los voceros del régimen crean el contexto para la represión. No me cabe duda de que lo de la calle no es precisamente un minué, habida cuenta, sobre todo, de la respuesta cínica y cruel que reciben sus reivindicaciones. Pero qué quieren que les diga: yo creo que la caja de los truenos la han destapado ustedes los del –como dijo una de sus Bernardas– verdadero Partido de los Trabajadores, que toma ya retorcimiento pardo.

Qué cansino, además de lo demás, está siendo el asunto. Quizá por eso se nos paraliza el acelerador, porque la sola idea del mundo que nos viene, ordeñando las vacas de Heidi en el Tirol como tirando a mucho, cansa desde ya. Ocurre, sin embargo, que unos empujan los mundos, al mando de la apisonadora, y su avance parece imparable. Hasta que otros se dedican a poner obstáculos. Una piedrecita colocada en el sitio justo… No obstante, tal piedrecita tiene que ser el resumen del sentimiento de muchísimos, de la ira bien canalizada.

Hemos visto ya demasiadas imágenes de los desahucios, por poner un ejemplo, por no extendernos a esas familias en las que un hijo come únicamente los lunes, miércoles y viernes, y el otro, los días restantes. Díganme ustedes quiénes ejercen la violencia, por muy legitimada que haya sido en las cavernas de la Unión Europea del Norte, o sea, de más allá del muro.

Mira tú qué bien, lo que tiene la mala baba. He empezado por Lorca y termino con Juego de tronos. Para que digan que no está una a la última. Por cierto, me encanta el escrache.

http://elpais.com/elpais/2013/04/03/eps/1364988285_062946.html

miércoles, 10 de abril de 2013

Un superhéroe del consenso


Juan José Millás - diarioinformacion.es 09.04.2013
Se repite estos días como un mantra que Miguel Roca, el abogado de la infanta imputada, es un pactista, un rey del consenso. No importa qué periódico leas, qué radio escuches, las palabras "pactista" y "consenso" aparecen espolvoreadas en el discurso con tal generosidad que uno acaba por reparar solo en ellas como en un guiso salado no le queda otro remedio que reparar en la sal. Esto está salado. Si está muy salado, solo prestas atención a la sal, no a los garbanzos ni a la judías, ni siquiera a los percebes, si se tratara de percebes. La sal, en grandes cantidades, es muy invasora, como el vinagre, que además se come los glóbulos rojos, o eso decía mi padre.
Un pactista, un rey del consenso. Se sienta dos horas con un contrario y acaban firmando una constitución. Eso es lo que necesita Roca, un par de horas para convencer al otro, o a sí mismo, de que deben llegar a un acuerdo y ponerlo por escrito. Tanto se han repetido estos días los dos términos que por la noche, en la cama, cuando uno cerraba los ojos, veía a Miguel Roca como un superhéroe de la serie Marvel cuyo poder consistía en pactar. Estaba el hombre tan tranquilo, cenando unas acelgas rehogadas con su familia, cuando sus sensores, de súbito, detectaban una situación de enorme tirantez, no sé, en el piso de abajo, donde un matrimonio no se ponía de acuerdo en si ir de vacaciones al mar o a la montaña. Entonces aparecía Miguel Roca con su capa de superhéroe, se ponía a negociar con ellos y en dos minutos los cónyuges en conflicto acordaban ir al marmonta o a la montamar. No hay disenso que se le resista. Pero qué agotador.
Ahora bien, nos preguntamos ingenuamente, qué rayos hace un negociador en un asunto como este. ¿A quién tiene que convencer de qué? Si se puede elegir, a mí me gustaría que me convenciese de que el recurso del fiscal Horrach, y su tono, no son algo completamente inédito en la jurisprudencia española. Que es normal, vamos. En otras palabras, que el Rey no ha llamado a Ruiz Gallardón y que Ruiz Gallardón no ha llamado al fiscal general y que el fiscal general no ha llamado a Horrach. Ya con eso me conformaría. Porque es que, la verdad, me encantaría estar equivocado. Nos vemos cuando usted quiera, señor Roca.

http://www.diarioinformacion.com/opinion/2013/04/09/superheroe-consenso/1361419.html

domingo, 7 de abril de 2013

¿Más mentiras?

Juan José Millás - Diario Información 06.04.2013

Rajoy ha dado una noticia bomba: al año que viene comenzaremos a crear empleo. Si lo dice basado en datos, merecería salir en primera página, a cinco columnas. Si lo dice por decir, también, por el tamaño de la irresponsabilidad. Lo curioso es que suelte una noticia de ese calibre en un acto interno de su partido. Se ha creído que su partido es España, o quizá que España es su partido, no sabemos qué es peor. Lo cierto es que hace meses que no sale de su partido como el que no sale de su casa.
-Pero hombre, Mariano, sal un poco, que te sentará bien tomar el aire.
Este es uno de los primeros síntomas de la depresión: no salir de casa. A veces, se le coge tanto asco a la calle y a la gente que hasta le dan a uno ganas de bajar las persianas. El problema es que, si las bajas, luego, para suicidarte, las tienes que subir y entre unas cosas y otras te arrepientes. Los suicidas tienen mucho miedo a los trámites porque los trámites se inventaron para desanimar. ¿Quién se tiraría por el balcón si para ello fuera preciso rellenar una instancia con cinco pólizas? Nadie. Por eso, en la casa de los suicidas potenciales el balcón debe estar expedito y las ventanas abiertas, por si en una de esas, al pasar, te ataca por fin el impulso. El suicida de impulso es como el comprador de impulso. Si no encuentra enseguida lo que quiere, compra otra cosa.
El segundo síntoma de la depresión consiste en abandonarse. Da tanta pereza ir hasta la ducha. Poco a poco, se va uno acostumbrando a su propio olor y hasta le parece que no está mal. El tercer síntoma es que no te levantas de la cama. Solo te levantarías para acercarte a la ventana y arrojarte al vacío. Pero qué pereza dar esos cuatro pasos que nos separan de ella.

No sabemos hasta qué punto un partido político es una casa, lo que sí sabemos es que es una familia. Rajoy se ha refugiado en ella, en la familia, y ahí está, abandonándose de forma progresiva, casi sin darse cuenta. 
Lo de la pantalla de plasma, tan criticado, quizá es para que la prensa no advierta que ya no usa desodorante. ¿Para qué?, se dirá con esa lucidez que caracteriza a los depresivos y suicidas. Y lleva razón, para qué. 
Significa que lo que ha dicho del año que viene es una mentira. Otra.

http://www.diarioinformacion.com/opinion/2013/04/06/mentiras/1360659.html

miércoles, 3 de abril de 2013

Alemania contra Europa


Juan Torres López 24 de marzo de 2013 -  http://juantorreslopez.com/ 
Artículo censurado por El País, edición de Andalucía

"Es muy significativo que habitualmente se hable de “castigo” para referirse a las medidas que Merkel y sus ministros imponen a los países más afectados por la crisis.
Dicen a sus compatriotas que tienen que castigar nuestra irresponsabilidad para que nuestro despilfarro y nuestras deudas no los paguen ahora los alemanes. Pero el razonamiento es falso pues los irresponsables no han sido los pueblos a los que Merkel se empeña en castigar sino los bancos alemanes a quienes protege y los de otros países a los que prestaron, ellos sí con irresponsabilidad, para obtener ganancias multimillonarias.

Los grandes grupos económicos europeos consiguieron establecer un modelo de unión monetaria muy imperfecto y asimétrico que enseguida reprodujo y agrandó las desigualdades originales entre las economías que la integraban. Además, gracias a su enorme capacidad inversora y al gran poder de sus gobiernos las grandes compañías del norte lograron quedarse con gran cantidad de empresas e incluso sectores enteros de los países de la periferia, como España. Eso provocó grandes déficit comerciales en éstos últimos y superávit sobre todo en Alemania y en menor medida en otros países.

Paralelamente, las políticas de los sucesivos gobiernos alemanes concentraron aún más la renta en la cima de la pirámide social, lo que aumentó su ya alto nivel de ahorro. De 1998 a 2008 la riqueza del 10% más rico de Alemania pasó del 45% al 53% del total, la del 40% siguiente del 46% al 40% y la del 50% más pobre del 4% al 1%.

Esas circunstancias pusieron a disposición de los bancos alemanes ingentes cantidades de dinero. Pero en lugar de dedicarlo a mejorar el mercado interno alemán y la situación de los niveles de renta más bajos, lo usaron (unos 704.000 millones de euros hasta 2009, según el Banco Internacional de Pagos) para financiar la deuda de los bancos irlandeses, la burbuja inmobiliaria española, el endeudamiento de las empresas griegas o para especular, lo que hizo que la deuda privada en la periferia europea se disparase y que los bancos alemanes se cargaran de activos tóxicos (900.000 millones de euros en 2009).

Al estallar la crisis se resintieron gravemente pero consiguieron que su insolvencia, en lugar de manifestarse como el resultado de su gran imprudencia e irresponsabilidad (a la que nunca se refiere Merkel), se presentara como el resultado del despilfarro y de la deuda pública de los países donde estaban los bancos a quienes habían prestado. Los alemanes retiraron rápidamente su dinero de estos países, pero la deuda quedaba en los balances de los bancos deudores. Merkel se erigió en la defensora de los banqueros alemanes y para ayudarles puso en marcha dos estrategias. Una, los rescates, que vendieron como si estuvieran dirigidos a salvar a los países, pero que en realidad consisten en darle a los gobiernos dinero en préstamos que pagan los pueblos para traspasarlo a los bancos nacionales para que éstos se recuperen cuanto antes y paguen enseguida a los alemanes. Otra, impedir que el BCE cortase de raíz los ataques especulativos contra la deuda de la periferia para que al subir las primas de riesgo de los demás bajara el coste con que se financia Alemania.

Merkel, como Hitler, ha declarado la guerra al resto de Europa, ahora para garantizarse su espacio vital económico. Nos castiga para proteger a sus grandes empresas y bancos y también para ocultar ante su electorado la vergüenza de un modelo que ha hecho que el nivel de pobreza en su país sea el más alto de los últimos 20 años, que el 25% de sus empleados gane menos de 9,15 euros/hora, o que a la mitad de su población le corresponda, como he dicho, un miserable 1% de toda la riqueza nacional.

La tragedia es la enorme connivencia entre los intereses financieros paneuropeos que dominan a nuestros gobiernos, y que estos, en lugar de defendernos con patriotismo y dignidad, nos traicionen para actuar como meras comparsas de Merkel."