JUAN TORRES 13 ABR 2014 elpais.com
La presidenta ha conseguido graduarse y con nota como defensora del orden establecido
No sé si la presidenta ha buscado, como se ha dicho, revalidarse como estadista aprovechando el conflicto con Izquierda Unida. Pero, buscándolo o no, lo que creo que ha conseguido ha sido graduarse y con nota como defensora del orden establecido. Dos cosas, sin embargo, que no son exactamente lo mismo en los tiempos que corren.
Incluso santo Tomás decía que “si la ley resulta gravemente injusta no solo no debe obedecerse sino que ni siquiera merece propiamente el nombre de ley”. Y lo que está ocurriendo en estos momentos en nuestro país se acerca mucho a ello, sobre todo, en materia de vivienda.
La legalidad que según la presidenta deben obedecer sin rechistar las personas sin hogar es la del desahucio express que puso en marcha su partido justo cuando millones de familias empezaban a no poder pagar sus hipotecas y alquileres. O las que garantizan la propiedad improductiva de millones de vivienda a bancos que han creado los problemas que tiene la gente; sin respetar, por cierto, una ley superior, la Constitución, que dice que “toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general”.
¿Tenía que haberse quedado quieto Jesucristo y no expulsar a los mercaderes del templo, en donde la ley de la época les daba derecho a estar? ¿Tenían que haber respetado siempre la legalidad de su tiempo los esclavos? ¿Hizo también mal Rosa Parks cuando no cedió su asiento en el autobús a un muchacho blanco que se lo reclamaba con todo derecho, según la legalidad entonces vigente? Y nuestras madres y abuelas, ¿también debieron obedecer sin rechistar las leyes que les obligaban a pedir permiso a sus padres y maridos para trabajar, hacer un viaje o cobrar un cheque?
Puede admitirse que Fomento no haya hilado fino ante un problema delicado, pero de ahí a la sobreactuación que ha estado a punto de derribar el Gobierno hay mucha distancia. El problema real son millones de viviendas vacías, incluso las sociales que no se entregan porque la gente que más las necesita ni siquiera puede pagar sus alquileres o porque los bancos no dan créditos para que se puedan comprar. Son las políticas que se vienen aplicando, antes por Zapatero y sobretodo ahora por el PP —un partido que en Sevilla y otras ciudades no ha movido ni un dedo para solucionar estos dramas—, y que han arruinado a miles de empresas y destruido millones de empleos para salvar a los banqueros.
Hay que cambiar esas leyes y no aceptarlas como se pide. Para ayudar a los más débiles, como estoy seguro que desea nuestra presidenta, lo que debería tener presente son las palabras de Rosa Parks en sus memorias: “cuando más obedecimos peor nos trataron”.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2014/04/13/andalucia/1397408313_194093.html
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jueves, 17 de abril de 2014
jueves, 3 de abril de 2014
Un paraíso al mediodía
by lucasleonsimon.wordpress.com 1.4.2014
Voy algunos domingos al mediodía. En la plaza de Jerónimo Páez de Córdoba se asienta el Museo Arqueológico y Etnológico Provincial. Es una plaza recoleta pero a la que afluyen cuatro calles, con dos niveles diferenciados de piedra y terrizo, y donde la arboleda regala acogedora sombra, entre la que destacan por su rareza y altura tres casuarias o pinos de París.
Cuadrículas de adoquines alternan en el pavimento con el empedrado, mientras que en los blancos muros se despliegan una fuente adosada con mascarones en sus caños, un busto de Lucano y, sobre todo, la portada neomudéjar, arropada por una buganvilla, con artísticas puertas de madera tallada procedentes del antiguo Palacio de los Páez de Castillejo.
La Casa del Judío, en recuerdo de Elie Nahmias, judío francés enamorado de la ciudad –“Córdoba es mi novia” dicen que dijo alguna vez-, el inicio de la Cuesta de Peromato, las dos portadas renacentistas del Museo, trozos de fustes, capiteles corintios, restos de cornisas romanas se expanden por toda la plaza, adonde se asoma La Cavea o el bar de Salvi.
Los habituales somos heterogéneos, guiris ocasionales, otros, establecidos en la ciudad, como una ceramista japonesa, nórdicos y anglosajones jubilados. Será porque la plaza se llamó en otro tiempo “De los Paraísos”.
En el centro de la plaza, toca habitualmente un músico. No sé si se llama Manuel o Rafa. La sonanta de su guitarra, acomete al maestro Rodrigo con su versión de “En Aranjuez”, mientras el sol calienta, por igual, al que lee The Daily Telegraph que al que se toma un medio de Amargoso, mientras una pareja de alemanes, con pinta de profesores de Heildelberg, se asombran de todo.
Salvi saca al centro de la plaza a un maestro jamonero que, entre cultura y religión, corta unas solemnes y delicadas lonchas de serrano de los Pedroches y te ofrece, para hacer boca, unos trocitos de flamenquín. Se lo acepto si me asegura que el jamón es serrano y no de ese fuego eterno del York.
La mañana transcurre amable, enredada de soles y rosas, como un fruto cálido de abril, sin que se aprecie diferencia de razas, mezquitas o catedrales. Empieza a embriagar el “montilla” y el músico se atreve con un cante por bulerías al estilo de El Barrio.
Casi sin darme cuenta voy por el segundo de Amargoso y Salvi, sin preguntarme, me ha puesto delante “media de los Pedroches” en lonchas, loncheadas con arte y mimo.
Cae una leve brisa de las acacias, un eco de azahares traspone por las buganvillas de la “Casa del Judío” y una muchacha en flor, entre manzana y pájaro libre, alegra la vista, la mañana y el sol. Un dulce ébano perfumado.
Tal vez el paraíso será como esta plaza: una luz azul de Matisse, un músico poco afortunado que aborda la “Malagueña de Lecuona”, una brisa de naranjos y una pequeña multitud de rostros, jóvenes y ancianos, que en la plenitud del mediodía, en las gotas ardientes del sol de primavera, acarician oscuros cabellos de violines.
Al margen quedan, la insensatez y el fanatismo, ambiente.
http://lucasleonsimon.wordpress.com/2014/04/01/un-paraiso-al-mediodia/
Voy algunos domingos al mediodía. En la plaza de Jerónimo Páez de Córdoba se asienta el Museo Arqueológico y Etnológico Provincial. Es una plaza recoleta pero a la que afluyen cuatro calles, con dos niveles diferenciados de piedra y terrizo, y donde la arboleda regala acogedora sombra, entre la que destacan por su rareza y altura tres casuarias o pinos de París.
Cuadrículas de adoquines alternan en el pavimento con el empedrado, mientras que en los blancos muros se despliegan una fuente adosada con mascarones en sus caños, un busto de Lucano y, sobre todo, la portada neomudéjar, arropada por una buganvilla, con artísticas puertas de madera tallada procedentes del antiguo Palacio de los Páez de Castillejo.
La Casa del Judío, en recuerdo de Elie Nahmias, judío francés enamorado de la ciudad –“Córdoba es mi novia” dicen que dijo alguna vez-, el inicio de la Cuesta de Peromato, las dos portadas renacentistas del Museo, trozos de fustes, capiteles corintios, restos de cornisas romanas se expanden por toda la plaza, adonde se asoma La Cavea o el bar de Salvi.
Los habituales somos heterogéneos, guiris ocasionales, otros, establecidos en la ciudad, como una ceramista japonesa, nórdicos y anglosajones jubilados. Será porque la plaza se llamó en otro tiempo “De los Paraísos”.
En el centro de la plaza, toca habitualmente un músico. No sé si se llama Manuel o Rafa. La sonanta de su guitarra, acomete al maestro Rodrigo con su versión de “En Aranjuez”, mientras el sol calienta, por igual, al que lee The Daily Telegraph que al que se toma un medio de Amargoso, mientras una pareja de alemanes, con pinta de profesores de Heildelberg, se asombran de todo.
Salvi saca al centro de la plaza a un maestro jamonero que, entre cultura y religión, corta unas solemnes y delicadas lonchas de serrano de los Pedroches y te ofrece, para hacer boca, unos trocitos de flamenquín. Se lo acepto si me asegura que el jamón es serrano y no de ese fuego eterno del York.
La mañana transcurre amable, enredada de soles y rosas, como un fruto cálido de abril, sin que se aprecie diferencia de razas, mezquitas o catedrales. Empieza a embriagar el “montilla” y el músico se atreve con un cante por bulerías al estilo de El Barrio.
Casi sin darme cuenta voy por el segundo de Amargoso y Salvi, sin preguntarme, me ha puesto delante “media de los Pedroches” en lonchas, loncheadas con arte y mimo.
Cae una leve brisa de las acacias, un eco de azahares traspone por las buganvillas de la “Casa del Judío” y una muchacha en flor, entre manzana y pájaro libre, alegra la vista, la mañana y el sol. Un dulce ébano perfumado.
Tal vez el paraíso será como esta plaza: una luz azul de Matisse, un músico poco afortunado que aborda la “Malagueña de Lecuona”, una brisa de naranjos y una pequeña multitud de rostros, jóvenes y ancianos, que en la plenitud del mediodía, en las gotas ardientes del sol de primavera, acarician oscuros cabellos de violines.
Al margen quedan, la insensatez y el fanatismo, ambiente.
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