Rafael Mir Jordano


Titularidad y fiscalidad de la mezquita



Diario Córdoba 08/07/2012

Desde hace muchísimos años y hasta hace relativamente pocos la Mezquita de Córdoba figuraba en la lista de bienes del Patrimonio Nacional que obraba en la Delegación de Hacienda, según vieron personas que aún viven y que pueden atestiguarlo. A esta evidencia siguió lo que solo es un rumor difícilmente comprobable: un funcionario más fiel a su Iglesia que a su función hizo desaparecer la lista o aquella parte de la lista.

Esta desaparición y, en mayor medida, la modificación del artículo 206 de la Ley Hipotecaria (en 1998) que autoriza la inscripción registral a nombre de la Iglesia Católica de bienes de los que careciera de título de dominio, con la sola certificación del diocesano, permitió inscribir la Mezquita como propiedad de la Iglesia el dos de marzo del 2006 en el registro de la propiedad número cuatro de Córdoba, mediante un trámite que no superó el costo de 30 euros.

El día seis de este junio recién pasado se debatía en el Senado una proposición de ley para la modificación del citado artículo 206 de la Ley Hipotecaria, y en el debate, el senador Joan Saura subrayó como ejemplo extremo del absurdo a que podía llevar en su actual redacción, que la Mezquita de Córdoba, construida en el siglo VIII, es propiedad de la Iglesia Católica desde el año 2006 "porque la registró como suya sin ningún trámite de información publica", lo que calificó de "absolutamente escandaloso".

Si parece el adjetivo excesivo, substitúyase por el de discutible. Porque la discusión en este terreno del César es racionalmente posible e incluso deseable. Pero no se involucre la religión en el debate, porque lo religioso está en la otra orilla; ésta en la que andamos es la de lo terrenal. No es cuestión de tenencia o de falta de fe; se trata lisa y llanamente de una cuestión exclusivamente de derecho, de justicia, y de razón.

Otra cosa es, y ésta si puede estar inmensa en el ámbito de lo escandaloso, la fiscalidad de la Mezquita-Catedral. Que cuando a todos, moros y cristianos, se nos exprime la cartera --ya exhausta de antes-- y entre otros agobios se nos sube el IBI, no pague ni un céntimo el edificio urbano mayor de la ciudad de Córdoba --más de 23.000 metros cuadrados-- ¡tiene bemoles!

No se nos diga que es porque está dedicado al culto, porque al culto solo se le dedica un mínimo de tiempo y un mínimo de espacio. Recuérdense las apreturas que se sufren en la parroquia de "El Sagrario" inserta en la Mezquita, cuando hay bodas o entierros de nutrida asistencia: los asistentes encerrados entre unas verjas de hierro infranqueables, que impiden que el devoto se convierta en visitante, porque para serlo hay que pasar por taquilla y dejar 8 euros por el ticket y más de 15 si es por visita guiada y nocturna. Y no estamos hablando de minucias: en 2011 visitaron la Mezquita-Catedral 1.293.635 personas y 26.911 fueron los visitantes nocturnos. ¿Se pagan tributos por estos cuantiosos ingresos que convierten a la Mezquita en el negocio de la provincia de Córdoba más próspero? ¿Qué porción de ellos se destinan a la conservación y restauración del edificio?

Porque de todos es sabido que las muy costosas obras de mantenimiento y restauración que se realizan en la Mezquita cada año son costeadas en su mayor parte por la Administración Pública: Junta de Andalucía y Estado. ¿Para eso no es propietaria la Iglesia?

Si no fuera porque casi a diario compruebo la cerrazón de algunos, me ahorraría la siguiente puntualización: nada de lo escrito ni de lo que mucha gente piensa, --los que piensan bien en serio y dicen poco--, impide que la catedral católica incorporada a la Mezquita, que es muy bonita aunque no esté entre las mejores de España, --la Mezquita sí está entre las mejores del mundo-- siga cumpliendo su función religiosa, e incluso que el escaso espacio que ocupa en el total de la mezquita, quede libre del IBI, aunque solo sea por el tiempo que reste de vigencia al Acuerdo con la Santa Sede de 1979 o a la paciencia de la UE, que ya escuchó la denuncia de los contribuyentes italianos contra los privilegios fiscales de la Iglesia.

Y es que, como ha escrito José Joaquín Castellón, profesor del Centro de Estudios Teológicos de Sevilla, en un artículo, que tengo a la vista, sobre el IBI y la Iglesia católica, "...nadie, en una sociedad democrática, tiene derecho a privilegios". Pero como afirmó el cardenal Bagnasco: "La evasión fiscal es un cáncer social".


http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/titularidad-y-fiscalidad-de-mezquita_728382.html



De puertas adentro

Diario Córdoba 24/01/2012

Reciclando una frase manida del post franquismo podríamos decir hoy que contra Zapatero vivíamos mejor. Con ZP se prodigaban los insultos, las caricaturas, los dichos y diretes- Hasta el punto de que podría afirmarse que ningún gobernante español desde Azaña había sido tan vilipendiado como él. Se clavaban alfileres en su retrato, se le calificaba con cero trazado con el compás de sus cejas puntiagudas, se le comparaba al cómico personaje cinematográfico mister Bean, se resaltaba que en sus discursos y conferencias movía los brazos a compás como los directores de las malas bandas trompeteras de pueblo- ¿Quién no ha recibido cien veces el correo electrónico en que se trucaba la maldita foto de Tejero empuñando la pistola en la presidencia del Congreso, poniéndole la cara de ZP y añadiéndole en el bocadillo la ingeniosa frase de ¡Todos al paro!...

Sí, menguaban el poder adquisitivo del sueldo y mucha gente desfilaba hacia el paro- mas la gente estaba alegre y se divertía con estos juegos y malicias y brindando por la segura derrota del presidente. Derrota que llegó más como tormenta de verano que como agua de mayo, porque a los tres días de gobernar, el sucesor incumplió su única promesa electoral, y después del séptimo no pudo descansar, porque los rayos financieros nos siguieron cayendo, y con más intensidad y riesgos que antes.

¿Y que pasó con el pueblo llano? Que en un pis pas se ha quedado sin chanzas con las que desahogarse y sin retrato al que dar alfilerazos, porque obviamente todo el mundo tiene miedo de pinchar demasiado pronto este nuevo globo con barba, atemorizados como estamos con el más allá, en el que no se presagia ninguna salvación y en el que solo se entrevén las reiteradas amenazas de esos gigantescos fantasmas, de rostros desconocidos y contornos difusos, a los que llamamos agencias de calificación o mercados.

Estas reflexiones, que nos hacemos muchos, nos producen tristeza pero, ojo, si vais a dar un paseo para diluir los malos humores, hacerlo fuera de horas de comercio, porque si lo hacéis a media mañana y por barrios de clase media, por ejemplo, el alma se os puede caer a los pies y el ahogo de la tristeza quietaros el resuello, ya que comprobareis que más de la mitad de los locales de negocio están cerrados y haciendo viejos los letreros en que se anuncia su venta o alquiler. En muchos ya no quedan ni los carteles.

Pero lo peor de esta tristeza no es ella misma, sino el rencor y la agresividad que va almacenando en nosotros. Basta con observar en nuestro entorno: los parientes, vecinos, amigos y enemigos están cada vez más agresivos. Y ojo, que tanto enojo contenido, que tanta lágrima sorbida entre risas simuladas, va produciendo una tensión que cuando se multiplique por miles puede romper el cántaro y ocasionar una hecatombe. Esperemos que desde mayores magnitudes futuras las airadas protestas actuales de los indignados no lleguen a verse como juegos de niños.

Pero hagamos algo antes de que todo esto explote, aunque sea para distraernos. Animemos a los conservadores en su afán de aliviar al sector de la construcción fabricando techos. Animémosles para que después del techo al gasto acometan el techo a fortunas tan escandalosas como las de los deportistas de élite --entre los que hay auténticos salvajes-, las de los banqueros de pro y las de los vip acumuladores de empresas y cuentas bancarias en paraísos fiscales. Fortunas que debieran bajar de tales paraísos a la tierra que pisamos los mortales, cada uno sudando en su surco.

Y no se nos diga que con tan solo estos muchos miles de millones únicamente hay para el chocolate del loro, porque eso no está tan mal, ya que al fin y a la postre a todos se no exhorta a ser loritos, que con la voz aflautada de la contrición, siguiendo las divinas enseñanzas del obispo, repitamos cada día al comenzar la jornada: prometo que no fornicaré, prometo que no fornicaré-


http://www.diariocordoba.com/noticias/opinion/de-puertas-adentro_691427.html



LLENAR EL SALON

Diario Córdoba 13-01-2012

Muchos errores humanos importantes tienen que ver con el manejo de los medios y los fines.

No, no se trata de que todo el mundo practique la ley de que el fin justifica los medios aunque suela predicarse lo contrario. La historia está llena de magníficos ejemplos de esta práctica: la Inquisición, ejemplo cumbre, quemar un cuerpo para salvar su alma. Se trata de que a diario se pierde de vista el fin importante y se cae de pleno en rebozarse en los medios, especialmente en la organización de actos, en que pasa a ser el fin supremo el llenar el salón, y para ello no se descartan los modos más impertinentes, como los asedios personales, postales, el bombardeo de correos electrónicos, las llamadas telefónicas y los abrazos en la calle.

Si se trata de la presentación de algo, para llenar el salón se andan todos los caminos posibles hasta conseguir el padrinazgo de una figura conocida en los medios de comunicación, es decir una popularidad nacional, que naturalmente se trae de fuera. Llega el famoso, el popular, y el salón se llena efectivamente y como al final todos comentan que el famoso es inimitable en su oratoria y también muy sencillo a pesar de su fama, porque acepta lonchas de jamón y copas de vino de todo el que se lo proponga, pues tan contentos, a la espera solo de las reseñas de prensa que se presagian generosas. O sea, se juzga el acto como un gran éxito porque se logró llenar el salón de asistentes, convirtiendo el medio en fin. Nadie parece reparar en que el famoso solo ha hablado de lo que suele y que apenas ha dicho nada de lo que ha venido a presentar. Al poco tiempo se recuerda el paso por la ciudad del famoso pero nada del objeto de su venida. Se le trajo, se le atiborró de jamón, se le juró agradecimiento eterno…para nada.

Claro es que a veces el lleno es realmente el fin y el éxito primordial: cuando el asistente pasa por taquilla. Si se organiza una función teatral comercial, lo primero es que la taquilla dé para cubrir los gastos y reportar algún beneficio. Por muy intelectual y amante de la cultura que sea el organizador responsable siempre preferirá una sala llena de gente ignorante a una sala con la escasa asistencia de los cultos y exquisitos de la ciudad.

Pero lo malo, lo perverso, es cuando los organizadores son responsables de una entidad esencialmente cultural, sin interés económico alguno, y se comportan como el empresario teatral. Sería legítimo que se alegrasen si el salón se llena de gente ignorante que al salir, después de celebrado el acto, lo es un poco menos. Pero no lo sería si ha logrado el lleno la atracción popular de una cantante, --si esposa o viuda de torero, mejor-- y los asistentes de ese evento triunfal no vuelven más a acudir al salón de la cultura; ni por asomo a escuchar una conferencia seria. Es más, son capaces de extraditarse, de salir de la ciudad, si se les invita a oír a un premio nacional de literatura que va exponer una ponencia de esencial novedad y notoria importancia, pero sin concesiones a la galería. Si el día del premio nacional en el salón hay solo doce personas, sin siquiera la concurrencia de los socios, los otrora orgullosos de llenos se quedan tan panchos y vuelven a explicar que la buena canción popular es cultura –y desde luego lo es—y que cuando hubo que alquilar sillas para completar los asientos propios y limitar la asistencia, porque el aforo quedaba completo, fue la mejor salida a la calle, la mejor aproximación al pueblo, de toda la historia de la institución.

Oigan, señores, la aproximación al pueblo, al hombre de la calle, hay que hacerla atrayéndole a actos verdaderamente enriquecedores, guiando al pueblo amablemente escalera arriba, pero no, substituyendo el traje oscuro por el traje de faralaes y olé, y rodando cuesta abajo hacia los gustos más plebeyos.

Moraleja: no siempre se trata de llenar el salón, a veces debe tratarse de enriquecer a los asistentes.


RAFAEL MIR JORDANO
www.rafaelmirjordano.com