Carlos Carnicero
29 Feb 2012
El Banco Central Europeo (BCE) ha vuelto a poner a disposición de los Bancos la inmensa cantidad de 500.000 millones de euros (83 billones de las antiguas pesetas) a un interés preferente del 1%). Y sin embargo ni el crédito fluye ni fluirá porque no hay ningún mecanismo de control para que los bancos destinen este dinero a comprar deuda especulativa. Mientras tanto las exigencias de la UE y del FMI aprietan las cuerdas al cuello de los ciudadanos con recortes que van a destruir el estado del bienestar y van a empobrecer a generaciones de ciudadanos del sur de Europa. ¿Todavía hay algún ingenuo que piensa que no va a haber una contundente respuesta social?
Las estadísticas, los datos, y las leyes se hacen carne cuando los ciudadanos perciben sus efectos. Hay un cóctel de noticias que son explosivas. Urdangarín no devuelve la pasta y habla de sus paraísos fiscales echando la porquería a su socio; él no se manchaba, solo abría puertas para que otros recogieran el dinero. La Generalitat Valenciana implicada en un asunto grave de corrupción. Algunos cargos políticos se quedaban con el dinero que los ciudadanos, a través de sus impuestos, dedicaban a paliar la miseria en Haití. El director general del Santander recibe un plan de pensiones de 63 millones de euros más otros 2,8 al año mientras viva. El BCE riega a la banca con 500.000 millones de euros pero los créditos no llegan a los ciudadanos ni a las empresas.
Los españoles han notado el hachazo de los nuevos impuestos sobre la renta en la nómina de este mes. Los “barones” del PP presionan a Rajoy para que no les afecten los recortes que vienen a los gastos de sus comunidades: temen la rebelión de la calle…. En Cataluña, los padres acuden los fines de semana con sus propios productos a limpiar el colegio de sus hijos. Cinco millones de parados ven como se acaban o se han acabado ya las prestaciones de desempleo. Un millón de personas viven en un entorno que no tiene ningún ingreso. Cualquier empresario, apenas sin requisitos puede poner en la calle por cuatro perras a sus trabajadores. El concepto de seguridad se ha evaporado; ningún ciudadano común puede planificar su futuro.
Los estudiantes siempre son el avance de la rebelión. Ya están en la calle.
¿Alguien pensaba que, incluso en esta sociedad dormida, la destrucción del estado del bienestar no iba a tener una respuesta de la ciudadanía? Mariano Rajoy tiene guardada el hacha de los presupuestos al día después de las elecciones andaluzas. Otra vez oculta lo que tiene decidido hacer para no perder un solo voto. Otra vez trampas en el juego de esta democracia amenazada por la especulación y la falta de compromiso con los ciudadanos.
El estallido social no solo es inevitable sino necesario. El que quiera entender esto como una incitación al desorden no entiende de qué estoy hablando. La democracia no se acaba en las urnas; empieza en las urnas. Y si los que ganan las elecciones lo hacen desde el engaño su actitud debe ser corregida por la ciudadanía. Y la protesta pacífica es el arma de los ciudadanos contra los abusos de poder que vulneran sus derechos adquiridos.
La señora Merkel, nuestra madrastra, tiene como única preocupación las elecciones en Alemania del año que viene. Los diarios sensacionalistas alemanes hablan continuamente de “los vagos del sur”; otra vez la supremacía de la raza aria. Establecen que ellos son honrados, trabajadores y responsables. Nosotros corruptos, indolentes y aprovechados. El sueño de la Unión Europea, un universo de solidaridad de mujeres y hombres iguales, se desvanece. Lo que nos ofrece son sacrificios a los ciudadanos y la visión obscena de un stablishment que sigue acumulando cada vez más riqueza y abriendo una desigualdad feudal en nuestra sociedad.
Creímos que la Unión Europea era un universo de solidaridad. Es sueño está a punto de convertirse en una pesadilla. Establece Alemania que el trato económico no tiene que tener ya en cuanta las desigualdades. España tiene necesidad de transformar su sistema económico. Nunca lo podremos hacer con una política de austeridad en las inversiones. ¿Con cinco millones de parados, en recesión, ¿es razonable el trato que se nos exige para paliar el déficit?
Si siguen adelante las instrucciones de Bruselas de recortar gastos e inversiones para pagar las deudas, esa espiral condenará a la pobreza, probablemente, a varias generaciones de españoles.
La alternativa es la presión política y social para cambiar esos criterios. Que se enteren claramente que España no es una sociedad resignada a destruir las históricas conquista sociales consagrando una desigualdad creciente entre los que más siguen teniendo y los que cada vez son más pobres.
Si la Europa del Sur se rebela, los criterios terminarán por ser distintos. Y la iniciativa no la va a llevar este PSOE desnortado. Los trabajadores y los ciudadanos con sus pacíficas protestas son quienes tienen la llave de este cambio imprescindible. La historia está llena de ejemplos de que las sociedades cambian cuando la indignación es mayor que el miedo.