sábado, 16 de febrero de 2013
La fiesta de la democracia
Juan José Millás diarioinformacion.com 15.02.2013
Está uno viendo la tele sin meterse con nadie, cuando sale Rajoy y confiesa que no ha cumplido, en efecto, su programa electoral, pero que ha hecho lo que debía. Suena a aquella otra frase según la cual el gobernante no debe dar explicaciones más que a Dios y a la Historia. Una vez aceptada que la parte contratante de la primera parte no contrae, al firmar, ningún compromiso que le vincule con la parte contratante de la segunda parte, se podrían suprimir las campañas electorales, que salen por un dinero. Pero las mantendremos, a modo de ritual vacío, para darle color a eso que venimos llamando "la fiesta de la democracia".
Piensa uno que cuando se produce una colisión de intereses entre lo que se ha prometido y lo que luego, en conciencia, cree que debe hacerse, no debería salir perdiendo el ciudadano. Oiga, tan importante es su conciencia de usted como la nuestra. Significa que si un gobernante se ve en la tesitura, signifique lo que signifique tesitura, de traicionar o traicionarse, debe dimitir, convocar elecciones y presentarse con el nuevo programa. A menos, claro, que cuando redactaba el programa ya tuviera intención de deshacerse de él una vez ganadas las elecciones. Y eso es lo que creemos, señor Rajoy, que usted ya tenía en la cabeza el desastre que está perpetrando. ¿Pero cómo ganar las elecciones jurando que se subirán los impuestos, se privatizarán la enseñanza, la justicia y la sanidad y se congelarán las pensiones? Malamente, nos hacemos cargo.
Como esto no empezó con Rajoy, sino que lo inauguró Zapatero, por remitirnos a un antecedente cercano, en su segunda legislatura, el público empieza a estar muy mosqueado. Según las encuestas, un 85% de mosqueo o así. Lo que se traduce, por utilizar la palabra políticamente correcta, en la "desafección" palpable en cualquier tertulia. En realidad, no es desafección, es asco, repugnancia, aborrecimiento. La transparencia, ya vamos viéndolo, consiste en eso, en subirse a sí mismo el sueldo el 27% mientras se recomienda la moderación salarial para los otros, y en confesar abiertamente que el programa electoral se cuelga al lado del retrete al día siguiente de la fiesta de la democracia. Vale.
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