Juan José Millás - lne.es 29.09.2013
El invierno pasado conocimos testimonios estremecedores de personas que apenas encendían la luz por miedo al recibo. Ni calefacción, ni vitrocerámica, ni plancha, ni bombillas de más de cuarenta vatios. Lo único que permanecía encendido en la oscuridad del frío hogar era la tele. Muchas viviendas adquirieron un tono como de cueva prehistórica. Vimos en la prensa fotos de familias enteras cuyos miembros, cubiertos con mantas, se agrupaban alrededor de la pantalla como nuestros antepasados alrededor de la hoguera. La tele tiene algo de hoguera fría. No puedes asar en sus rescoldos una rata, pero ves cómo se asan en ella, a fuego lento, los concursantes, los componentes del Campamento de Verano y demás programas en los que hay que sudar tinta china para pagar el recibo de la luz.
Ahora que la electricidad vuelve a subir, le vienen a uno las imágenes del invierno, con esa combinación de oscuridad y frío tan propia de los países del norte. Las placas de inducción, que con tanto cariño pusimos sintiéndonos centroeuropeos, se van a quedar sin estrenar. Quizá vuelva el butano, la bombona de butano de camping, en la que haremos deprisa una tortilla para la cena de los niños. Dice Rajoy que estamos saliendo de la recesión, pero no de la crisis, que viene a ser una variante pesimista de los brotes verdes y de la luz al final del túnel. Significa que avanzamos sin movernos del sitio. Entre tanto, los salarios bajan, la vida sube, y el paro no se arregla.
La subida del recibo de la luz, en estas oscuras circunstancias, tiene algo de metafórico.
-Es para que no veamos lo que ocurre -dice un vecino mal pensado.
Hace tiempo que del binomio luz y taquígrafos desaparecieron los taquígrafos, que están en el paro. Si ahora desaparece la luz, apaga y vámonos. Las eléctricas, por lo que vemos en la prensa, son ricas, incluso muy ricas, y obtienen enormes beneficios. ¿Por qué, entonces, esta nueva subida? Respuesta: porque, además de ser ricas, mandan mucho. Sin necesidad de presentarse a las elecciones, determinan la política económica del Gobierno. El Gobierno las podría nacionalizar, pero no se atreve. Les dan trabajo cuando abandonan el Congreso.
http://www.lne.es/opinion/2013/09/29/cueva-prehistorica/1475850.html
lunes, 30 de septiembre de 2013
jueves, 26 de septiembre de 2013
Vivir con la mentira
Maruja Torres 25.09.2013 eldiario.es
La mentira se ha instalado entre nosotros como una mofeta de compañía. Al principio, su fetidez nos producía náuseas. Poco a poco nos hemos ido acostumbrando. Además, tiene un bonito pelo, ¿no les parece?
Sin embargo, en las últimas veinticuatro horas se han pronunciado oficialmente dos frases sinceras. Una, cuando el cirujano de Su felizmente operada Majestad dijo, como al desgaire, que "yo no sé cuáles son las actividades de un rey" (cito de memoria). Me quedé noqueada, consciente de que acababa de escuchar la única verdad del día.
Error: faltaba otra. Ocurrió cuando Rajoy en Nueva York levó el ancla de su cerebro para soltar un hilillo: "Eso no nos lo planteamos hacer". Se refería a los cambios de la Consti para otorgarle al heredero más representación, en un probable futuro de quirófanos y convalecencias.
Es obvio que lo del primero era un rasgo aclaratorio propio del sentido común y proveniente, por más señas, de un hombre que no vive en España, no contaminado. Pero lo del presidente fue como el yang de su yin, el reverso exacto de la única frase honesta pronunciada por él con anterioridad: aquel insistente "Vamos a hacer lo que tenemos que hacer" que todavía me hiela la sangre, visto lo visto y lo que queda por ver. Estas dos sentencias suyas le definen. O mejor dicho, con esas palabras queda firmada nuestra sentencia.
Hacer lo que dijo que tenía que hacer para que empiecen a llamarnos el Pueblo Elegido para Ser Sometido (lo de Grecia puede ser más brutal; lo nuestro es más siniestro), y no tener planeado hacer lo que tal vez sería conveniente que hiciera para que no se monte otro carajal cuando el monarca decaiga aún más, y siga negándose a ser un retirado viviente a la benedictina. Ése es su plan taoísta-mariano.
Vivir con la mofeta está convirtiéndose en una cómoda resignación, y nos deja inertes ante las verdades que matan. En nuestra aceptación del mamífero subyace una verdad terrible. Y es que si ha dejado de apestar es porque ya no nos teme.
Quizá deberíamos sacudirle un par de buenos meneos públicos.
http://www.eldiario.es/zonacritica/Vivir-mentira_6_179242098.html
La mentira se ha instalado entre nosotros como una mofeta de compañía. Al principio, su fetidez nos producía náuseas. Poco a poco nos hemos ido acostumbrando. Además, tiene un bonito pelo, ¿no les parece?
Sin embargo, en las últimas veinticuatro horas se han pronunciado oficialmente dos frases sinceras. Una, cuando el cirujano de Su felizmente operada Majestad dijo, como al desgaire, que "yo no sé cuáles son las actividades de un rey" (cito de memoria). Me quedé noqueada, consciente de que acababa de escuchar la única verdad del día.
Error: faltaba otra. Ocurrió cuando Rajoy en Nueva York levó el ancla de su cerebro para soltar un hilillo: "Eso no nos lo planteamos hacer". Se refería a los cambios de la Consti para otorgarle al heredero más representación, en un probable futuro de quirófanos y convalecencias.
Es obvio que lo del primero era un rasgo aclaratorio propio del sentido común y proveniente, por más señas, de un hombre que no vive en España, no contaminado. Pero lo del presidente fue como el yang de su yin, el reverso exacto de la única frase honesta pronunciada por él con anterioridad: aquel insistente "Vamos a hacer lo que tenemos que hacer" que todavía me hiela la sangre, visto lo visto y lo que queda por ver. Estas dos sentencias suyas le definen. O mejor dicho, con esas palabras queda firmada nuestra sentencia.
Hacer lo que dijo que tenía que hacer para que empiecen a llamarnos el Pueblo Elegido para Ser Sometido (lo de Grecia puede ser más brutal; lo nuestro es más siniestro), y no tener planeado hacer lo que tal vez sería conveniente que hiciera para que no se monte otro carajal cuando el monarca decaiga aún más, y siga negándose a ser un retirado viviente a la benedictina. Ése es su plan taoísta-mariano.
Vivir con la mofeta está convirtiéndose en una cómoda resignación, y nos deja inertes ante las verdades que matan. En nuestra aceptación del mamífero subyace una verdad terrible. Y es que si ha dejado de apestar es porque ya no nos teme.
Quizá deberíamos sacudirle un par de buenos meneos públicos.
http://www.eldiario.es/zonacritica/Vivir-mentira_6_179242098.html
lunes, 16 de septiembre de 2013
Fanfarrias tras el fracaso
JUAN TORRES LÓPEZ 14.09.2013 El País
Después de hacer un ridículo olímpico enviando a Argentina la delegación más numerosa y derrochona de las ciudades candidatas para vender unos Juegos low-cost, los gobernantes del PP disimulan su fracaso anunciando a bombo y platillo que el empleo va bien y que la economía española se recupera. Incluso su máximo responsable, el ministro de Guindos, dice que superamos la recesión.
El júbilo se basa en la disminución en 31 personas del paro registrado en agosto y en el superávit de nuestra balanza comercial. Pero es fácil comprobar que estos mensajes de optimismo son otro engaño. Para conocer lo que realmente ocurre en el mercado laboral no vale considerar solo las cifras o la tasa de paro sino el empleo existente. Podría darse el caso extremo de que el paro fuese cero aunque no hubiese nadie empleado, puesto que solo se consideran paradas a las personas que buscan activamente empleo y no lo encuentran. Por eso, si toda la población se encontrase desanimada o creyera que no va a encontrar empleo y no lo buscara,estadísticamente diríamos que no hay paro, aunque tampoco nadie tuviese empleo.
Sin llegar a este supuesto, eso es más o menos lo que está sucediendo en España desde que gobierna el PP. Desde finales de 2011 hasta ahora se ha registrado una disminución de unas 350.000 personas en el total de la población activa, de la cual más o menos un tercio se debe a la caída que se viene produciendo en la población total y el resto a la gente que ha dejado de buscar empleo por desánimo, porque considera que no va a encontrarlo o por cualquier otra razón. Eso ha hecho que nuestra tasa de actividad, la parte de la población empleada o que quiere trabajar y busca activamente empleo respecto a la total, sea ya entre 15 y 20 puntos más baja que la de los grandes países europeos con los que debemos compararnos.
Así se explica que pueda bajar la tasa de paro a pesar de que la ocupación disminuya, que es lo realmente significativo pero a lo que no se suele referir el Gobierno. Incluso en agosto, un mes que suele ser bueno desde el punto de vista del empleo, resulta que la afiliación a la Seguridad Social ha bajado en 99.069 personas y el número de ocupados en 568.290 respecto a los que había en mismo mes del año pasado.
Tampoco lleva razón el Gobierno cuando afirma que el superávit de nuestra balanza comercial refleja que la economía va mejor. En realidad, es justo lo contrario. Es cierto que las exportaciones superan a las importaciones en unos 1.400 millones de euros, pero porque la disminución de los ingresos que percibe la mayoría de la población nos impide comprar tanto como antes, fuera y dentro de España. Menos compras fuera hacen que caigan las importaciones (que si se quita el desastroso año 2008 están en el nivel más bajo desde 1980), y menos compras en el interior han disminuido las ventas de las empresas en España entre un 40% y un 50% desde 2008, lo que les ha obligado a orientarlas hacia el exterior, aumentando las exportaciones.
Pero la otra cara del superávit exterior es que se da a costa de un descenso brutal de los salarios, nunca registrado así en otro país desarrollado, y de una tasa de paro superior al 25%. Algo parecido ocurre con los gastos del Estado. Se alegra el Gobierno de que el saldo entre los ingresos y los gastos no financieros (los llamados corrientes) sea positivo, pero el déficit total aumenta porque los gastos financieros (deuda e intereses) se disparan. Sí, la buena noticia es que nuestras operaciones corrientes no generan deuda. Pero la mala, la que no nos dicen, es que somos mucho más pobres y que nos será imposible pagar la que tenemos encima y que sigue aumentando por culpa de los intereses.
Un gobierno inteligente y patriota se dejaría de fanfarrias y negociaría cuanto antes una quita para poder empezar de nuevo. Si seguimos como estamos, sin cambiar de rumbo, solo conseguiremos que aumente la deuda con los bancos, que son los que así salen ganando.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/09/13/andalucia/1379076979_316962.html
Después de hacer un ridículo olímpico enviando a Argentina la delegación más numerosa y derrochona de las ciudades candidatas para vender unos Juegos low-cost, los gobernantes del PP disimulan su fracaso anunciando a bombo y platillo que el empleo va bien y que la economía española se recupera. Incluso su máximo responsable, el ministro de Guindos, dice que superamos la recesión.
El júbilo se basa en la disminución en 31 personas del paro registrado en agosto y en el superávit de nuestra balanza comercial. Pero es fácil comprobar que estos mensajes de optimismo son otro engaño. Para conocer lo que realmente ocurre en el mercado laboral no vale considerar solo las cifras o la tasa de paro sino el empleo existente. Podría darse el caso extremo de que el paro fuese cero aunque no hubiese nadie empleado, puesto que solo se consideran paradas a las personas que buscan activamente empleo y no lo encuentran. Por eso, si toda la población se encontrase desanimada o creyera que no va a encontrar empleo y no lo buscara,estadísticamente diríamos que no hay paro, aunque tampoco nadie tuviese empleo.
Sin llegar a este supuesto, eso es más o menos lo que está sucediendo en España desde que gobierna el PP. Desde finales de 2011 hasta ahora se ha registrado una disminución de unas 350.000 personas en el total de la población activa, de la cual más o menos un tercio se debe a la caída que se viene produciendo en la población total y el resto a la gente que ha dejado de buscar empleo por desánimo, porque considera que no va a encontrarlo o por cualquier otra razón. Eso ha hecho que nuestra tasa de actividad, la parte de la población empleada o que quiere trabajar y busca activamente empleo respecto a la total, sea ya entre 15 y 20 puntos más baja que la de los grandes países europeos con los que debemos compararnos.
Así se explica que pueda bajar la tasa de paro a pesar de que la ocupación disminuya, que es lo realmente significativo pero a lo que no se suele referir el Gobierno. Incluso en agosto, un mes que suele ser bueno desde el punto de vista del empleo, resulta que la afiliación a la Seguridad Social ha bajado en 99.069 personas y el número de ocupados en 568.290 respecto a los que había en mismo mes del año pasado.
Tampoco lleva razón el Gobierno cuando afirma que el superávit de nuestra balanza comercial refleja que la economía va mejor. En realidad, es justo lo contrario. Es cierto que las exportaciones superan a las importaciones en unos 1.400 millones de euros, pero porque la disminución de los ingresos que percibe la mayoría de la población nos impide comprar tanto como antes, fuera y dentro de España. Menos compras fuera hacen que caigan las importaciones (que si se quita el desastroso año 2008 están en el nivel más bajo desde 1980), y menos compras en el interior han disminuido las ventas de las empresas en España entre un 40% y un 50% desde 2008, lo que les ha obligado a orientarlas hacia el exterior, aumentando las exportaciones.
Pero la otra cara del superávit exterior es que se da a costa de un descenso brutal de los salarios, nunca registrado así en otro país desarrollado, y de una tasa de paro superior al 25%. Algo parecido ocurre con los gastos del Estado. Se alegra el Gobierno de que el saldo entre los ingresos y los gastos no financieros (los llamados corrientes) sea positivo, pero el déficit total aumenta porque los gastos financieros (deuda e intereses) se disparan. Sí, la buena noticia es que nuestras operaciones corrientes no generan deuda. Pero la mala, la que no nos dicen, es que somos mucho más pobres y que nos será imposible pagar la que tenemos encima y que sigue aumentando por culpa de los intereses.
Un gobierno inteligente y patriota se dejaría de fanfarrias y negociaría cuanto antes una quita para poder empezar de nuevo. Si seguimos como estamos, sin cambiar de rumbo, solo conseguiremos que aumente la deuda con los bancos, que son los que así salen ganando.
http://ccaa.elpais.com/ccaa/2013/09/13/andalucia/1379076979_316962.html
lunes, 9 de septiembre de 2013
Nada caduca ya
Juan José Millás La Nueva España www.lne.es 08.09.2013
¿Cuánto dura un filete de vaca en la nevera, cuánto una merluza, cuánto un huevo de gallina? Nos habíamos despreocupado del asunto gracias a las etiquetas que marcan la caducidad, pero quizá regresen, y con más fuerza, aquellas dudas existenciales de otro tiempo.
-¿Me lo como o no me lo como?
-Ponle un poco de ajo, que desinfecta, y fríelo.
La carne pasada se disimulaba con el sabor del ajo. Por eso en España se utiliza tanto esa liliácea, con perdón. Aseguraba un tío mío que si con un filete de pollo podre te arriesgas a una diarrea, con una sardina corrompida te mueres. Significa que el pescado dura menos que la carne, pero no sabemos cuánto. De ahí que nos pareciera un progreso que nos lo dijera el mismo que vendía el producto. He ahí una forma de responsabilidad.
-Este yogur está caducado.
-Pues tíralo a la basura.
Eso se acabó. Ahora te comes el yogur, y rebañas el bote, para agotar la caducidad hasta sus heces. La caducidad no la marcan ya la salud o el gusto, sino la necesidad.
Fíjense: en Grecia es legal desde hace unos días vender alimentos caducados. Tienen un sistema para descaducarlos consistente en rebajar su precio. No sabemos qué piensan de ello las autoridades sanitarias, si existe aún esta clase de instituciones. Primero nos dicen que los alimentos caducados se pueden comer porque solo pierden algunas de sus propiedades y a continuación se legaliza el atraco. El siguiente paso consistirá en la obligatoriedad de que los alimentos a la venta estén caducados.
Nos referimos tanto a Grecia porque parece que es el horizonte al que tendemos. Pero nos produce mucha desazón la posibilidad de vivir en un país caducado. Un país en el que consumiéramos, además de cerdo con triquinosis y huevos de gallina apestosos, cultura descompuesta, democracia podrida, condiciones laborales declinadas, políticos fermentados. Y que todo no pareciera normal (y legal) como en Grecia resulta normal (y legal) la venta de productos alimenticios pasados de fecha. Nada caduca ya, excepto nosotros. Nos están acortando la esperanza de vida.
http://www.lne.es/vida-y-estilo/gente/2013/09/08/caduca/1466286.html
¿Cuánto dura un filete de vaca en la nevera, cuánto una merluza, cuánto un huevo de gallina? Nos habíamos despreocupado del asunto gracias a las etiquetas que marcan la caducidad, pero quizá regresen, y con más fuerza, aquellas dudas existenciales de otro tiempo.
-¿Me lo como o no me lo como?
-Ponle un poco de ajo, que desinfecta, y fríelo.
La carne pasada se disimulaba con el sabor del ajo. Por eso en España se utiliza tanto esa liliácea, con perdón. Aseguraba un tío mío que si con un filete de pollo podre te arriesgas a una diarrea, con una sardina corrompida te mueres. Significa que el pescado dura menos que la carne, pero no sabemos cuánto. De ahí que nos pareciera un progreso que nos lo dijera el mismo que vendía el producto. He ahí una forma de responsabilidad.
-Este yogur está caducado.
-Pues tíralo a la basura.
Eso se acabó. Ahora te comes el yogur, y rebañas el bote, para agotar la caducidad hasta sus heces. La caducidad no la marcan ya la salud o el gusto, sino la necesidad.
Fíjense: en Grecia es legal desde hace unos días vender alimentos caducados. Tienen un sistema para descaducarlos consistente en rebajar su precio. No sabemos qué piensan de ello las autoridades sanitarias, si existe aún esta clase de instituciones. Primero nos dicen que los alimentos caducados se pueden comer porque solo pierden algunas de sus propiedades y a continuación se legaliza el atraco. El siguiente paso consistirá en la obligatoriedad de que los alimentos a la venta estén caducados.
Nos referimos tanto a Grecia porque parece que es el horizonte al que tendemos. Pero nos produce mucha desazón la posibilidad de vivir en un país caducado. Un país en el que consumiéramos, además de cerdo con triquinosis y huevos de gallina apestosos, cultura descompuesta, democracia podrida, condiciones laborales declinadas, políticos fermentados. Y que todo no pareciera normal (y legal) como en Grecia resulta normal (y legal) la venta de productos alimenticios pasados de fecha. Nada caduca ya, excepto nosotros. Nos están acortando la esperanza de vida.
http://www.lne.es/vida-y-estilo/gente/2013/09/08/caduca/1466286.html
sábado, 7 de septiembre de 2013
Compuestos y sin oposición
JUAN JOSÉ MILLÁS - El País 6 SEP 2013
Así que Chacón se va para quedarse y Griñán se queda para irse y Rubalcaba está, pero no se le espera. Conviene mencionar también a Patxi López y a Madina, ese breve etcétera que permanece en una suerte de limbo existencial en el que los verbos irse, quedarse o permanecer significan poco o nada. A todo ese lío de egos y fugas, además de los falsos ERE andaluces y ahora también el espionaje catalán, lo llamamos partido, que es como llamar corporación internacional a la tienda de chinos. ¿Se imaginan ustedes a la Coca Cola en manos de esta directiva?
Ya, ya, no se apresuren, no es lo mismo. La Coca Cola sabe a dónde va y a quién ha de rendir cuentas, sabe dónde está el Debe y el Haber, conoce el precio de instalarse en Rusia y el significado de venderse en Israel. La Coca Cola, que parece una empresa, observada con perspectiva, es un partido político. El PSOE, que parece un partido político, empieza a comportarse como una empresa de refrescos. Una empresa que adora el escalafón y experta en tácticas para salir del día a día, aunque sin ninguna estrategia para acabar el año. Yo me quito de en medio, que viene la Diada. Yo me pongo de perfil para que no me vean. Yo hago una declaración de humildad en términos grandilocuentes, etcétera.
¿Y nosotros, qué? ¿Usted y yo, qué? Usted y yo frente a un Gobierno que en el río revuelto gobierna o desgobierna para los suyos, siendo los suyos los Bárcenas de siempre, las Ana Mato de toda la vida, los Sepúlveda de buena familia, los empresarios de abolengo, signifique lo que signifique abolengo. ¿Usted y yo qué, pendientes de un ERE devastador, de una ley de la oferta y la demanda en las que siempre caemos del lado malo? ¿Usted y yo qué, mientras una se va a Miami, el otro al Senado y el otro ni come ni deja comer? ¿Usted y yo qué, coño, aquí, compuestos y sin oposición?
http://elpais.com/elpais/2013/09/05/opinion/1378394220_267173.html
Así que Chacón se va para quedarse y Griñán se queda para irse y Rubalcaba está, pero no se le espera. Conviene mencionar también a Patxi López y a Madina, ese breve etcétera que permanece en una suerte de limbo existencial en el que los verbos irse, quedarse o permanecer significan poco o nada. A todo ese lío de egos y fugas, además de los falsos ERE andaluces y ahora también el espionaje catalán, lo llamamos partido, que es como llamar corporación internacional a la tienda de chinos. ¿Se imaginan ustedes a la Coca Cola en manos de esta directiva?
Ya, ya, no se apresuren, no es lo mismo. La Coca Cola sabe a dónde va y a quién ha de rendir cuentas, sabe dónde está el Debe y el Haber, conoce el precio de instalarse en Rusia y el significado de venderse en Israel. La Coca Cola, que parece una empresa, observada con perspectiva, es un partido político. El PSOE, que parece un partido político, empieza a comportarse como una empresa de refrescos. Una empresa que adora el escalafón y experta en tácticas para salir del día a día, aunque sin ninguna estrategia para acabar el año. Yo me quito de en medio, que viene la Diada. Yo me pongo de perfil para que no me vean. Yo hago una declaración de humildad en términos grandilocuentes, etcétera.
¿Y nosotros, qué? ¿Usted y yo, qué? Usted y yo frente a un Gobierno que en el río revuelto gobierna o desgobierna para los suyos, siendo los suyos los Bárcenas de siempre, las Ana Mato de toda la vida, los Sepúlveda de buena familia, los empresarios de abolengo, signifique lo que signifique abolengo. ¿Usted y yo qué, pendientes de un ERE devastador, de una ley de la oferta y la demanda en las que siempre caemos del lado malo? ¿Usted y yo qué, mientras una se va a Miami, el otro al Senado y el otro ni come ni deja comer? ¿Usted y yo qué, coño, aquí, compuestos y sin oposición?
http://elpais.com/elpais/2013/09/05/opinion/1378394220_267173.html
domingo, 1 de septiembre de 2013
Políticos, periodistas y el carro de la basura
MANUEL VICENT - El País 1 SEP 2013
1977. El Congreso de los Diputados, aquel verano de 1977, tenía la emoción de la nave zarandeada por una marea que nadie sabía el derrotero que iba a tomar. La mayor parte de los pasajeros eran políticos jóvenes e inexpertos y cada uno a su manera esperaba que la libertad fuera un asa de viento de la que agarrarse. En la cubierta de esa nave también se paseaban fantasmas del pasado, de uno y otro bando, salidos del mismo vientre de la dictadura o llegados del exilio y de la clandestinidad. Dolores Ibárruri parecía una madre ibérica, durmiente, poseída por un luto de piedra; Rafael Alberti con el pelo de huevo hilado, gorra marinera y camisola con palmeras tropicales, aposentado en su escaño soñaba con caracolas; Santiago Carrillo era el genio burlón, odiado por su pasado y temido por su futuro. Cuando en los primeros días de la democracia estos personajes, cuyos rostros estaban asociados a la Guerra Civil, se cruzaban en los pasillos o en el bar del Congreso con Manuel Fraga, López Rodó, Fernández de la Mora o con cualquier teniente general de paisano, carátulas del franquismo, el aire se llenaba de ese silencio que en el poblado del Oeste precede al desafío entre dos vaqueros con la mano en la culata. Unos meses después tomaban juntos café y compartían las ensaimadas.
Aventura significa estar a merced del viento. La salida del franquismo requería un aventurero con la buena estrella necesaria para gobernar un vendaval que nadie sabía a qué suave bahía mandaría aquella nave o contra qué acantilado la iba a estrellar. Adolfo Suárez tuvo todas las características del héroe: se puso al frente de una empresa cuyo final desconocía; dio la talla cuando el destino le impuso un acto de valor ante los cuatreros del 23-F; fue traicionado y abandonado por sus correligionarios y finalmente perdió la memoria.
Tal vez las nuevas generaciones, que también navegan ahora en la misma desmemoria de Adolfo Suárez, ignoran cómo fue aquello. Al inicio de la Transición, aquel verano de 1977, la euforia democrática unida a una acracia creativa hizo que los políticos y los periodistas alcanzaran un grado de admiración ciudadana que hoy parece inimaginable. Las Cortes se habían convocado para debatir la Ley de la Reforma Política, que una vez embarrancada se convirtió sobre la marcha en el debate de la futura constitución democrática, un hecho histórico que Suárez simuló que se le ocurría, de pronto, ante una tortilla de dos huevos de pie en la barra del Congreso. Todo tenía un aire de improvisación, entre miedo y coraje, en medio de ruidos de sables y apaños por debajo de la mesa. Aquellos políticos tal vez mediocres, audaces, talentosos y timoratos tenían una fe ciega en un futuro mejor y se pusieron de acuerdo tácitamente para dar lo más positivo de sí mismos con tal de estar a la altura de la historia. Felipe González con su aire de joven agreste, Alfonso Guerra con su lengua de navaja, el liberal kennediano Joaquín Garrigues, el socialdemócrata Paco Fernández Ordoñez, el sabelotodo Herrero de Miñón, el abacial profesor Tierno, eran figuras atractivas que se amasaron con comunistas históricos, con falangistas de camisa blanca, democristianos al baño maría y franquistas engallados, de modo que cada sesión de aquellas Cortes Constituyentes era un salto en el vacío. La prensa tenía entonces un prestigio indudable, puesto que jugó una baza decisiva por la libertad en momentos de mucho peligro. Cuando la democracia aún era una fiesta algunas cronistas parlamentarias y políticos demócratas se hicieron amantes y los periodistas de cualquier medio navegaban juntos las noches en Oliver y Carrusel e incluso eran amigos.
2013. Ciertamente aquella primera Transición sin ruptura, conducida por UCD y PSOE, que Carrillo sostuvo sobre sus anchas espaldas, fue lo más parecido a una tienda de todo a cien. La forma precaria de sacar la carreta de la charca franquista produjo luego mucho desencanto, pero semejante frustración no es nada si se compara con el desprecio que la mayoría de los ciudadanos siente hoy en general hacia la política y el periodismo. Puede que aquellos políticos y periodistas, cuya imagen ha edulcorado el tiempo no fueran nada del otro mundo, pero ninguno se comportó como un canalla, una afirmación que no se sostiene ahora. La monarquía, entonces respetada, está hoy a las patas del caballo, el Congreso de los Diputados, que albergó el nacimiento de la libertad, debe ser protegido por guardias acorazados ante el cerco de jóvenes indignados y la hidra de la corrupción con sus siete cabezas ha comenzado a pudrir de raíz a las instituciones hasta constituirse en la forma sustancial de la democracia. Los líderes de cada bando se navajean para defender su parcela y la mediocridad de pensamiento se ve acrecentada por la forma pedestre de expresarlo en la tribuna. Gran parte de la prensa dispersa en el gallinero de las tertulias comparte con la política el africanismo, que convierte al adversario en enemigo a merced de banderías y del odio personal. Salgan a ver el cortejo: es el carro de la basura cargado de políticos y periodistas que va hacia el vertedero.
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/31/actualidad/1377963897_149214.html
1977. El Congreso de los Diputados, aquel verano de 1977, tenía la emoción de la nave zarandeada por una marea que nadie sabía el derrotero que iba a tomar. La mayor parte de los pasajeros eran políticos jóvenes e inexpertos y cada uno a su manera esperaba que la libertad fuera un asa de viento de la que agarrarse. En la cubierta de esa nave también se paseaban fantasmas del pasado, de uno y otro bando, salidos del mismo vientre de la dictadura o llegados del exilio y de la clandestinidad. Dolores Ibárruri parecía una madre ibérica, durmiente, poseída por un luto de piedra; Rafael Alberti con el pelo de huevo hilado, gorra marinera y camisola con palmeras tropicales, aposentado en su escaño soñaba con caracolas; Santiago Carrillo era el genio burlón, odiado por su pasado y temido por su futuro. Cuando en los primeros días de la democracia estos personajes, cuyos rostros estaban asociados a la Guerra Civil, se cruzaban en los pasillos o en el bar del Congreso con Manuel Fraga, López Rodó, Fernández de la Mora o con cualquier teniente general de paisano, carátulas del franquismo, el aire se llenaba de ese silencio que en el poblado del Oeste precede al desafío entre dos vaqueros con la mano en la culata. Unos meses después tomaban juntos café y compartían las ensaimadas.
Aventura significa estar a merced del viento. La salida del franquismo requería un aventurero con la buena estrella necesaria para gobernar un vendaval que nadie sabía a qué suave bahía mandaría aquella nave o contra qué acantilado la iba a estrellar. Adolfo Suárez tuvo todas las características del héroe: se puso al frente de una empresa cuyo final desconocía; dio la talla cuando el destino le impuso un acto de valor ante los cuatreros del 23-F; fue traicionado y abandonado por sus correligionarios y finalmente perdió la memoria.
Tal vez las nuevas generaciones, que también navegan ahora en la misma desmemoria de Adolfo Suárez, ignoran cómo fue aquello. Al inicio de la Transición, aquel verano de 1977, la euforia democrática unida a una acracia creativa hizo que los políticos y los periodistas alcanzaran un grado de admiración ciudadana que hoy parece inimaginable. Las Cortes se habían convocado para debatir la Ley de la Reforma Política, que una vez embarrancada se convirtió sobre la marcha en el debate de la futura constitución democrática, un hecho histórico que Suárez simuló que se le ocurría, de pronto, ante una tortilla de dos huevos de pie en la barra del Congreso. Todo tenía un aire de improvisación, entre miedo y coraje, en medio de ruidos de sables y apaños por debajo de la mesa. Aquellos políticos tal vez mediocres, audaces, talentosos y timoratos tenían una fe ciega en un futuro mejor y se pusieron de acuerdo tácitamente para dar lo más positivo de sí mismos con tal de estar a la altura de la historia. Felipe González con su aire de joven agreste, Alfonso Guerra con su lengua de navaja, el liberal kennediano Joaquín Garrigues, el socialdemócrata Paco Fernández Ordoñez, el sabelotodo Herrero de Miñón, el abacial profesor Tierno, eran figuras atractivas que se amasaron con comunistas históricos, con falangistas de camisa blanca, democristianos al baño maría y franquistas engallados, de modo que cada sesión de aquellas Cortes Constituyentes era un salto en el vacío. La prensa tenía entonces un prestigio indudable, puesto que jugó una baza decisiva por la libertad en momentos de mucho peligro. Cuando la democracia aún era una fiesta algunas cronistas parlamentarias y políticos demócratas se hicieron amantes y los periodistas de cualquier medio navegaban juntos las noches en Oliver y Carrusel e incluso eran amigos.
2013. Ciertamente aquella primera Transición sin ruptura, conducida por UCD y PSOE, que Carrillo sostuvo sobre sus anchas espaldas, fue lo más parecido a una tienda de todo a cien. La forma precaria de sacar la carreta de la charca franquista produjo luego mucho desencanto, pero semejante frustración no es nada si se compara con el desprecio que la mayoría de los ciudadanos siente hoy en general hacia la política y el periodismo. Puede que aquellos políticos y periodistas, cuya imagen ha edulcorado el tiempo no fueran nada del otro mundo, pero ninguno se comportó como un canalla, una afirmación que no se sostiene ahora. La monarquía, entonces respetada, está hoy a las patas del caballo, el Congreso de los Diputados, que albergó el nacimiento de la libertad, debe ser protegido por guardias acorazados ante el cerco de jóvenes indignados y la hidra de la corrupción con sus siete cabezas ha comenzado a pudrir de raíz a las instituciones hasta constituirse en la forma sustancial de la democracia. Los líderes de cada bando se navajean para defender su parcela y la mediocridad de pensamiento se ve acrecentada por la forma pedestre de expresarlo en la tribuna. Gran parte de la prensa dispersa en el gallinero de las tertulias comparte con la política el africanismo, que convierte al adversario en enemigo a merced de banderías y del odio personal. Salgan a ver el cortejo: es el carro de la basura cargado de políticos y periodistas que va hacia el vertedero.
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/08/31/actualidad/1377963897_149214.html
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