domingo, 19 de enero de 2014

Estamos hechos polvo

Juan José Millás 18.1.2014 Diario de Mallorca

Érase un reino en el que las clases medias y bajas ni se querían ni tenían fe en el matrimonio.

-¿Defraudamos a Hacienda, cariño?,le preguntaba el esposo a la esposa.

-Que la defraude tu madre, respondía la esposa con acrimonia, signifique lo que signifique acrimonia.

Además de desatender los requerimientos de los maridos en orden a sus obligaciones fiscales, las mujeres rechazaban cualquier propuesta que se les hiciera para que pagaran al servicio en dinero negro, para la adquisición de viviendas imposibles o para la creación de empresas pantalla con las que ocultar los ingresos procedentes de actividades delictivas. No amaban a sus esposos, no creían en los sagrados deberes del matrimonio, eran mala gente.

Dios decidió entonces acabar con ese reino a menos que alguien diera, en un plazo de tiempo razonable, con una mujer justa. He aquí que una de las hijas del Rey se había casado con un hombre normal y corriente, un defraudador del montón, un tipo un poco sinvergüenza, un caradura, un buscavidas que empezó a tentar a la infanta con clases de merengue.

-¿Y con qué las pagaremos?, preguntó ella.

-Tú firma aquí y aquí y olvídate de lo demás, le dijo él.

Y la infanta, que creía por encima de todo en el matrimonio y que estaba muy enamorada de su esposo, firmó los papeles del merengue junto a los de la reforma del palacio, alquilándose de paso a sí misma sus habitaciones.

Luego, también por amor y en defensa del matrimonio tradicional, del de toda la vida, comenzó a tirar de la tarjeta de crédito de la empresa fantasma de la que era propietaria, junto a su esposo, al 50%. Una empresa creada por amor, para reforzar los vínculos del sagrado matrimonio. Y hubo un despacho de abogados que, conociendo la amenaza de Dios, buscó a la hija del Rey y la localizó e hizo al sumo hacedor grandes elogios de ella. Y vio Yahvé que en efecto había al menos una mujer que creía en el amor y en el matrimonio y mantuvo su amenaza en suspenso y, colorín colorado, estamos hechos polvo.

http://www.diariodemallorca.es/opinion/2014/01/18/hechos-polvo/904283.html