Rosa Montero El País 22-01-2013
El término tesorero está emparentado con tesoro. Y la palabra tesoro evoca cofres de madera repletos de rutilantes perlas y enterrados por inicuos piratas en islas tropicales. Para ser exactos, actualmente suelen usar las Islas Caimán. Por no llorar, he decidido leer la actualidad en clave de novelita barata de kiosko. Como antes apunté, ésta podría ser una historia de corsarios. Pero también una novela rosa: al parecer el señor Bárcenas ha puesto todas sus posesiones terrenales a nombre de su mujer. Y yo me digo: ¡cáspita, qué amor tan apasionado y encendido! Romeo y Julieta palidecen ante prueba tan grande de financiera entrega.
Más entretenida aún es la novela negra inherente al caso. Qué misterio que un tipo tan comprometedor, con 22 millones de euros en Suiza y amigos tan poco recomendables, siga teniendo despacho y secretaria en el PP pese a haber abandonado el partido en 2010. Resulta fácil imaginar una suculenta trama de amenaza y chantajes mafiosos, y que cuando Rajoy dice “no me temblará la mano”, es porque lo que le tiemblan son las piernas tras haber descubierto una ensangrentada cabeza de caballo en su cama.
Pero el relato más logrado de este cúmulo de cuentos baratos es sin duda el de terror. Miren con cuidado a ese hombre: ese pelo planchado hacia atrás, esa cara durísima (me refiero a la dureza del gesto, además de lo otro), esa ropa rica que él parece llevar como una enseña de poder o una armadura de desprecio hacia los más pobres, que somos prácticamente el resto de los españoles, a ver quien tiene tantos millones… No me digan que no es la nueva imagen del vampiro. A mí me da más miedo este señor que los drogadictos de Las Barranquillas. Por cierto, Bárcenas (22 millones) está en la calle, y Reboredo (84 euros de la venta de dos papelinas) sigue en la cárcel. También es una novela kafkiana, desde luego.
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